Nicanor Molina Domenech en una imagen retrospectiva como Guardia Civil
El pasado 9 de marzo publiqué un artículo en el presente blog dando a conocer la figura de Nicanor Molina Domenech como empleado de Tranvías de Barcelona y fundador de la revista "El Trole". En cuanto a su faceta periodística, ésta fue tratada en mi blog amigo "En la Prensa de Aquel Día" en un artículo publicado el 15 de mayo anterior. Continuando con esta serie merece la pena recordar su breve época como agente de la Guardia Civil, en sus años de juventud y bajo la llamada "vida dura" de la posguerra.
Atraído por el mundo de las fuerzas de seguridad, estudió en la Academia Fiscal de la Guardia Civil de Sabadell para conseguir el título, licenciándose en 1942, año en el cual esta institución se configuró como Cuerpo del Ejército. Contaba solo con 19 años de edad. Eran los primeros años de la posguerra y de la dictadura franquista. Poco antes la Ley de 15 de marzo de 1940 aseguró la permanencia del cuerpo ante los rumores de su posible desaparición, reafirmando su continuidad como fuerza de orden público y unificándolo con el Cuerpo de Carabineros de Costas y Fronteras, de modo que los Guardias Civiles ampliaban sus funciones como vigilantes de costas y fronteras y la represión del fraude y el contrabando.
Cuartel de la Guardia Civil de Sabadell
El joven Nicanor fue destinado a la Comandancia 236 de la ciudad de Almería, situada en la calle de Navarro Rodrigo, una arteria más bien estrecha formada por casas de dos plantas pero no por ello poco importante ya que allí se hallaba el edificio de la Diputación Provincial de Almería. El jefe del cuartel era el teniente coronel don Juan Grau Ramírez. Aunque el hecho de formar parte de la Benemérita suponía empleo y sueldo en tiempos difíciles, la situación de hambre y miseria como consecuencia de la posguerra hizo que la vida tampoco fuese fácil para este colectivo. Y es que todavía muchos creen que por el hecho de gozar de los favores del régimen disponían de unas excelentes condiciones laborales cuando en realidad se trataba de una profesión a menudo ardua. Así, por ejemplo, por tierras almerienses era normal alimentarse cada día simplemente de un chusco de pan acompañado de la comida procedente de una lata de conserva, ya que ni siquiera los cortijos disponían de provisiones. Eran los años del estraperlo.
Vista de la ciudad de Almería en los años 40
A pesar de su talento y juventud, su época como Guardia Civil fue, sin embargo, esporádica, de hecho más bien truncada involuntariamente por un trágico suceso que jamás llegó a superar y que actualmente todavía nos cuenta sin poder reprimir las lágrimas. En aquellos años era habitual la llegada de maquis que, procedentes de Francia donde se hallaban exiliados o refugiados, viajaban nuevamente hasta España engañados, de modo que la mayoría de ellos terminaban finalmente cazados por las autoridades. Uno de esos episodios sucedió en las afueras de la capital almeriense, a varios kilómetros de la ciudad, por las montañas, en una mina según cuenta su testigo, aunque desconoce cuál fue el paradero exacto. No obstante, la investigación de numerosas fuentes de información histórica nos llevarían a acotar el territorio por la zona del Gérgal, donde tuvo gran importancia la guerrilla de los maquis, allí conocidos también como "los disertaos", "los de la Sierra" o "los huidos". Otro lugar de referencia sería la sierra de Los Filabres e incluso el sistema montañoso conocido como sierra de Alhamilla, que eran los espacios más frecuentados y donde intentaban organizarse como guerrilla antifranquista.
Grupo de maquis en el Gérgal
Debió ser en 1942 o 1943 cuando el joven Nicanor y una brigada del cuerpo fueron llamados a detener a un grupo de diez maquis que se habían escondido en el interior de una mina, posiblemente en uno de los tres lugares antes citados. Uno de sus compañeros se acercó a la entrada donde se hallaban refugiados estos hombres y les pidió que salieran. En un principio no reaccionaron, motivo por el cual se les insistió porque estaban acorralados y no tenían escapatoria alguna. Ello tampoco los animó a salir del refugio, hasta que en última instancia se les prometieron raciones agua y comida y que absolutamente nada les pasaría, salvo ser detenidos y llevados a prisión para ser juzgados y dictarles condena. Fue entonces cuando de pronto uno de los maquis salió voluntariamente con los brazos en alto relativamente confiado de la palabra de las autoridades. Estaba claro que el hambre y el cansancio los había vencido hasta el punto de dejarse detener a cambio de cama y alimento, aunque fuese a costa de ira a parar al calabozo y poner fin a la lucha. Ese hombre que se aventuró a salir era un tal Molina, el cual fue conducido aparte en un vehículo para ser encarcelado.
Pareja de la Guardia Civil patrullando en Carboneras (Almería)
El resto del grupo, creyendo que correría la misma suerte, decidió salir a continuación con su armamento y los brazos en alto. Sin embargo, no fueron conducidos junto con su compañero Molina sino subidos a otro camión, transportados kilómetros más allá de aquél lugar y, una vez llegados a paradero de nadie, fueron obligados a bajar del vehículo y a descender por un camino mientras el resto de Guardias Civiles se hallaban a nivel superior. La caminata fue larga y pesada. Todo el mundo estaba agotado. Aquello parecía interminable. La trampa era previsible y el desenlace se veía venir. Fue en ese momento cuando dos de los agentes de aquella unidad, concretamente los hermanos cabos primeros Pascual y Alejandro Sarmiento, apuntaron sin miramientos ni escrúpulos con sus ametralladoras a los nueve maquis mientras caminaban sin parar colina abajo. Ambos apretaron el gatillo y las armas de fuego se pusieron en marcha. Los agujeros de bala inundaron las espaldas de aquellos nueve hombres, de los cuales se vertió la sangre y todos cayeron abatidos al suelo. La tragedia se consumó. Ninguno de ellos sobrevivió a la ráfaga. Se les había aplicado la "ley de fugas", un tipo de ejecución extrajudicial consistente en simular la evasión de un detenido, especialmente cuando era conducido a prisión, suprimiendo la custodia y encubriendo el asesinato tras el precepto legal que permitía hacer fuego sobre quienes no obedecían al "¡alto!" de las autoridades. Para ello quienes se encargaban de la custodia de los detenidos se retrasaban a propósito en el camino hasta una relativa distancia de ellos como para considerar que se estaban fugando.
Banderín de la Comandancia 236 de Almería
Para el joven Nicanor nada volvió a ser igual, pues a raíz de esta tragedia se traumatizó de tal modo que aun hoy día no consigue olvidar este episodio. No podía creer lo que sus ojos contemplaron. Quiso trasladarse a Barcelona pero no le era permitido, así que optó por pedir la rescisión de compromiso. La experiencia lo había puesto a prueba y descubrió así cuáles eran sus límites. No había nacido con la sangre fría de aquellos dos hermanos, los cuales años después se vieron envueltos en un caso de corrupción y, posteriormente, apartados del cuerpo. Quién sabe si el motivo por el cual obraron así fue para ganarse un ascenso en el cuerpo, pues era esa una práctica desgraciadamente recurrente, pues de hecho ambos llegaron a ascender a tenientes. Almería registró un total de 32 maquis muertos, cuyos cuerpos a veces eran recogidos o mayormente enterrados en unas fosas habilitadas allá mismo en el lugar del crimen, a veces en medio de la nada, como quien tira escombros. En este periodo además deberíamos sumar 2 civiles asesinados y 5 agentes del orden público fallecidos en acto de servicio, también en la misma provincia. En cuanto al maquis llamado Molina, cuya vida costó la de sus nueve compañeros, se supo que fue encarcelado y que al poco tiempo logró escaparse. Se ignora cuál fue su destino final.
Como Guardia Civil no volvería a ejercer hasta 1961 trabajando primero en L'Hospitalet de Llobregat en dicho año y luego en Sant Feliu de Llobregat a partir de 1968. Pero esa ya es otra historia que se relatará en un próximo artículo.
Fotos: archivo personal de Nicanor Molina Domenech, blog de Médicos Almerienses, Campañá-Puig Ferran, www.culturadeandalucia.com.